Por Juan Carlos Ruiz Ruiz
Farmacéutico Inspector de Sanidad
AGS Este de Málaga-Axarquía
El perfil del consumidor ha evolucionado y existe una creciente preocupación por la salud. Hoy día, sabemos que una alimentación saludable contribuye de forma muy positiva en nuestro estado de salud, pero para conseguir esto debemos estar perfectamente informados de la composición de todo aquello que ingerimos y esta información se obtiene del etiquetado.
Con la globalización de los mercados, cada vez estamos más expuestos a nuevos alimentos; y la “nueva cocina” utiliza en su afán por innovar ingredientes traídos desde los lugares más recónditos. Todo esto provoca que nuestro organismo entre en contacto con sustancias “desconocidas” para nuestro sistema inmunológico, y si estamos predispuestos a ello, se produzcan las tan temidas alergias o intolerancias alimenticias.
Con esta filosofía, la Unión Europea publica un Reglamento que aumenta enormemente los derechos a la información de los consumidores, y desde diciembre de 2014, todo productor o distribuidor de alimentos debe informar sobre la presencia de una serie de sustancias que pueden producir alergias o intolerancias alimenticias de entre un listado de 14 que son las que principalmente están involucradas en estos episodios adversos (altramuces, apio, cacahuetes, gluten, sulfitos, frutos secos, huevos, leche, marisco, moluscos, mostaza, pescado, sésamo y soja).
Pero esta obligación no solo afecta a los alimentos envasados, y ahí está la novedad, ya que es de aplicación en la distribución de alimentos a las colectividades, es decir, a los restaurantes, que bien mediante indicaciones en sus cartas o a través de fichas técnicas de los platos, debe informar sobre la presencia de estas sustancias. Esta información puede ser oral o escrita, pero siempre debe existir constancia en algún documento de los mencionados anteriormente. Ya sabes, desde ahora padecer una alergia o intolerancia alimenticia no es excusa para cumplir con la saludable tradición de “ir de tapas”.
