«Yo sobreviví al infierno nazi», la historia del rinconero que estuvo internado en campos de concentración alemanes

Artículo de Víctor L. Carlomagno para la Revista Cultural www.paracultural.com

Superviviente de los campos de concentración nazis, aportó sus recuerdos en las Jornadas de Memoria Histórica del municipio de Rincón de la Victoria sobre sus duras vivencias, que dieron la vuelta al país en los medios de comunicación. Reseñamos su historia



Superviviente de Mauthausen y Gusen, nació el 9 de febrero de 1921 en Rincón de la Victoria. Fue deportado a Mauthausen el 25 de enero de 1941, Nº de prisionero 3.787, luego trasladado a Gusen, Nº de prisionero 12.342. y huyó junto a su padre durante la Guerra Civil a Maureillas-las-Illas, Francia donde reside.

En Rincón de la Victoria, el Grupo Socialista insta al Equipo de Gobierno a culminar el expediente de su nombramiento como hijo predilecto.

“El 15 de febrero iniciamos el expediente para el nombramiento de José Marfil como hijo predilecto del municipio pero tras la moción de censura nada hemos vuelto a saber”, “Creemos que se cumplen todos los requisitos establecidos en el Reglamento de Honores y Distinciones municipal y además es una cuestión de justicia social”, ha informado la portavoz del PSOE, Encarnación Anaya.

Tuvimos el inmenso honor de contar con el testimonio vivo de José Marfil en el año 2010 con ocasión de las Jornadas de Memoria Histórica que organizamos en el municipio, pese a vivir en Francia y a su avanzada edad no dudó en aceptar la invitación y entonces sus duras vivencias dieron la vuelta al país gracias a los medios de comunicación que se hicieron eco de su visita y no perdieron la oportunidad de entrevistarlo así como algunos centros escolares que quisieron que explicara su experiencia al alumnado” ha destacado Anaya.

También recordamos que José Marfil cuenta con una rotonda a la que da su nombre en el vial José Manuel Fernández de Rincón de la Victoria “y a sus 96 años el pueblo que lo vio nacer debe regalarle este reconocimiento”, “por esto confiamos que en el pleno del miércoles la moción prospere con el apoyo unánime de todos los concejales”, expuso la concejala del Grupo Municipal Socialista, Yolanda Florido.

José Marfil, reseña

Cuando José era un niño, toda la familia partió rumbo a Barcelona, donde su padre trabajó como inspector de Aduanas.

Al comenzar la guerra de España solo tenía 15 años, por lo que no fue movilizado hasta los momentos finales, cuando se integró en la llamada Quinta del biberón para defender Cataluña de las tropas franquistas. Su padre también luchó al lado de la República y alcanzó el grado de teniente. A primeros de 1939, pasaron a Francia, camino del exilio.

José fue a parar al campo de Argelès, donde las autoridades franceses confinaron a miles de republicanos españoles. En las arenas de la playa, rodeados por alambradas y custodiados por soldados armados, luchaban por sobrevivir en condiciones inhumanas. José se encontraba solo, desconocía dónde se hallaba su padre. En el campo, ante la guerra que se avecinaba, las autoridades francesas presionaban a los españoles para que se enrolaran en el ejército. José se alistó en la 9ª Compañía de Trabajadores Extranjeros, enviada a los Alpes franceses para mejorar la calzada de un puerto de montaña.

Al fin consiguió localizar a su padre, que pertenecía a otra compañía y lograron su traslado a la 9ª. Más tarde fueron destinados a la frontera con Bélgica, con el objetivo de fortificar la zona. Cuando se produjo la invasión del ejército alemán, en mayo de 1940, no tenían nada para defenderse. Llegaron hasta las playas de Dunkerque donde la Armada británica organizó la Operación Dinamo para evacuar a sus tropas. Desde las dunas, José y el resto de los españoles vieron como los aviones nazis y británicos combatían sobre sus cabezas. Los stukas alemanes se adueñaron del cielo y les bombardearon.

El fuego de artillería también fue muy intenso y provocó muchas bajas. José y su padre consiguieron salir ilesos de los ataques pero fueron capturados por los soldados alemanes. Obligados a caminar durante días, atravesaron Bélgica, pero el padre de José no fue capaz de continuar y le montaron en un camión junto a varios heridos. Fue la última vez que se vieron. Su padre fue a parar al stalag VII-A en Moosburg; de allí partió al campo de Mauthausen en agosto de 1940, a bordo del primer convoy de la historia formado con republicanos españoles. Veinte días después de su llegada, falleció; fue el primer español muerto en los campos nazis, al que sus compañeros dedicaron un combativo minuto de silencio.

Ajeno a lo ocurrido

José realizó un largo viaje. Después de cruzar Bélgica fue trasladado en tren a un puerto holandés, donde embarcó rumbo a Alemania. Desde allí, continuó el trayecto en tren hasta llegar al stalag VIII-C, en Sagan, hoy perteneciente a Polonia.

En este campo de prisioneros de guerra trabajó como carpintero bajo unas condiciones de vida aceptables. Sin embargo, pasados unos meses aparecieron varios agentes de la Gestapo que hablaban en español; reunieron a los republicanos y los separaron del resto de prisioneros. Cuando José preguntó el motivo le dijeron: “Vais a ir a un sitio apropiado“. Fueron enviados a otro stalag, en Trier. Solo era un lugar de tránsito a su verdadero destino: el campo de concentración de Mauthausen.

El viaje, en un tren de mercancías, duró 3 días, en condiciones muy duras. En el campo les recibieron con estas palabras: “Todos los que habéis entrado por esa puerta, saldréis por la chimenea“. Al poco tiempo, José se contagió de sarna y enviado a Gusen. Este subcampo es conocido entre los supervivientes como el matadero: la crueldad de los kapos, el trabajo extenuante, el frío, el hambre y las enfermedades acababan rápidamente con la vida de los prisioneros. Allí iban a parar los enfermos y débiles, cuando los SS hacían selecciones en el campo central.

José trabajó en distintos grupos

Los prisioneros peleaban por formar parte de los kommandos menos duros o aquellos en los que el kapo fuera menos agresivo.

Estuvo en la cantera de Gusen y en el temido “pozo“, construyendo los cimientos de un gran molino de piedra, donde recibió brutales palizas. En una ocasión, a punto estuvo de ser seleccionado para el crematorio por el comandante de Gusen. Afortunadamente, el jefe de su barraca salió en su defensa, alegando que aún estaba en condiciones de trabajar. El comandante le hizo correr, y José voló… salvándose de una muerte segura. Tiempo después consiguió trabajar de carpintero, lo que le salvó la vida, al permitirle pasar el día en el interior de un taller, a resguardo del frío extremo. Además, ese nuevo puesto le permitió ayudar a otros compañeros.

La solidaridad entre los prisioneros era fundamental para sobrevivir

Tras más de cuatro años de cautiverio, José alcanzó la libertad en mayo de 1945. Se ocupó de trasladar desde Gusen a Mauthausen a varios compañeros enfermos y agotados, para ubicarlos en la enfermería del campo central. Al ver el enorme número de cadáveres, moribundos y desahuciados, finalmente los instaló en unas antiguas dependencias de los SS. Solo cuando vio cómo las tropas estadounidenses repatriaban a sus compañeros enfermos, se sintió verdaderamente libre.

Años después, escribió J’ai survécu à l’enfer nazi, libro en el que narra sus vivencias durante su deportación. Asimismo, ha ofrecido su testimonio en numerosas ocasiones a jóvenes estudiantes en la Universidad.

José cree que Europa corre un serio riesgo de volver a caer bajo las garras de los populismos fascistas. La mejor vacuna para evitarlo, a su juicio, es mantener viva la memoria de sus compañeros asesinados en los campos nazis.

 



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