Abrazando ese nuevo fantasma que recorre Europa y que ya gobierna países como Italia, hay quienes no han tenido pudor en alentar durante estos últimos meses el discurso del odio hacia lo diferente. Y claro, eso va calando de manera muy peligrosa en la sociedad. Tal es así que esta semana un individuo -lleno de odio- ha salido literalmente al encuentro del camarada Alberto Garzón y de su compañera en Rincón de la Victoria. Han pasado un mal rato. Aunque menos mal, me insiste en respuesta al mensaje de apoyo que le envié, que sólo fue un susto y que ya esperan tranquilos la llegada de Olivia (su hija).
Nadie merece ser abordado e increpado por la calle por el mero hecho de pensar diferente. Tampoco por las redes sociales. Nadie merece eso. Aunque no os voy a negar que, desde el asesinato -aún sin esclarecer- del compañero Javier Ardines (concejal de Llanes), no es que sienta miedo, pero estoy bastante preocupado… No tendrá nada que ver, pero sí que veo detrás un denominador común: la violencia, esa hermana mayor de la difamación y del odio que algunos no paran de incitar. Deben salir ya de la dialéctica política y de los mensajes que se lanzan en público, si queremos vivir una sociedad sana y en paz.
Es lo que humildemente pienso, tal vez desde la candidez del provinciano que jamás ha necesitado hablar mal de nadie (me lo inculcaron mis padres) ni incorporar esas malas artes al discurso público (o privado) para ser escuchado o para defender las propuestas de mejora que, con aciertos y errores, vamos considerando oportunas para este municipio y sus gentes; ámbito en el que me muevo y al que ahora, como sabéis, estoy entregado en cuerpo y alma.
Fascismo nunca más, odio nunca más… Respeto hacia todos los seres humanos, piensen lo que piensen. La hegemonía de las ideas no se gana desde el odio, sino desde el amor.
