Cuando unirnos a las 20 h. se convirtió en una ‘ventana’ a la esperanza

Por Vanesa Fernández #YoMeQuedoEnCasa .-

En estos días en los que la información me supera, salir al balcón se ha convertido en la vuelta al mundo real, cuando me doy cuenta de lo que está pasando y me vengo abajo, me emociono y me desplomo. Cada aplauso es una lágrima que contengo. Hace casi dos semanas que casi todo comenzó a girar en torno al coronavirus. Noticias, datos, fotos, videos, de aquí y de allí. Todo es urgente, porque en este mundo de información digital el tiempo apremia. Y el flujo de información ha pasado de ser un grifo que gotea a una tubería que se ha reventado.



En casa, la mayor parte del tiempo sola con mi hija, porque mi marido es de los que tienen que seguir madrugando para salir a trabajar e incluso ahora está llegando a doblar turnos.

En casa, con mi hija, y trabajando. Como muchos.

Aunque esté en contacto con información, con datos, es tal la cantidad que no llego a digerirla; se me acumulan datos e imágenes en mi retina. Demasiada información.

Salimos al balcón el primer día, a las 22 h. Imagino que, como todos, con la duda de que si íbamos a ser los únicos. No, no lo fuimos. Algunos de nuestros vecinos se sumaron al escuchar nuestros aplausos. «Papá hemos ganado», decía mi hija aplaudiendo eufóricamente, sin saber muy bien por qué. La inocencia de una niña que aún no ha cumplido los 3 años que me está sorpendiendo por su madurez y responsabilidad. Sabe que tiene que estar en casa, que no se puede salir a la calle, «lo dice la Policia» se dice ella misma constantemente, y  cuando llegó su tía el pasado sábado por la mañana, ni siquiera se acercó a ella, porque «nos ponemos poner malitas».

Domingo y lunes, ya a las 20 h., se había ampliado ese homenaje para todos los que nos cuidaban trabajando en la calle y que nos recordaban que nos quedáramos en casa ¿O ya se había convertido en un homenaje a nosotros mismos? Volvimos a salir: un matrimonio mayor que vive en frente;otra señora, en el ático; una familia una par de plantas debajo y algunos vecinos más que llegamos a ver desde nuestros balcones. A la mayoría, en estos cinco años que llevo viviendo aqui, nunca los había visto.

Martes y miércoles no pude salir a tiempo. Estaba trabajando, en casa. Pero pierdo la noción del tiempo delante del ordenador. Y luego pensé ¿se habrán asomado hoy los vecinos? ¿me habrán echado en falta?

El jueves, 19 de marzo, no quise despistarme. Salimos unos minutos antes, las primeras. Y una vez más, el vecindario nos unimos, con una sonrisa, aplaudiendo. Al terminar entonamos el «¡Hola Don Pepito!» para homenajear a los padres que trabajan fuera, a nuestros particulares héroes, y la señora de enfrente me preguntó: «¿Estás bien? no saliste ayer ni el otro día, estábamos preocupados?».

Sí, este coronavirus nos está uniendo desde la distancia que marcan nuestros balcones. Nos preocupamos los unos por los otros. Nos estamos volviendo a conectar con los vecinos, aquellos a los que nunca habíamos echado cuenta. Puede que la idea surgiera para alentar a todos los que luchan por los demás, pero creo que se ha convertido en una fuga de escape de nosostros mismos, de una conexión con los demás. En momentos de dificultades el ser humano puede sorprendernos.

Vecinos que se ponen manos a la obra (mejor dicho, a las máquinas de coser) para fabricar mascarillas para centros de salud que están desabastecidos. Agricultores locales que ofrecen su maquinaria y se ponen a disposición de ayuntamientos para fumigar los pueblos. Jóvenes voluntarios que te llevan la compra a casa para que los mayores no tengan que salir.

Somos como somos, y el humor es nuestra vía de escape ante la adversidad. Las redes sociales se están llenando de muestras de solidaridad y de memes, que también se agradecen.

Muchos dicen que están aburridos. Se bromea con la idea de llevar a penas unos días en casa.

Hace tres años tuve que estar 12 semanas, tres meses, en casa para que la vida que llevaba en mi interior siguiera adelante. Hoy la veo y es mi lucha diaria para intentar hacer las cosas bien.  En principio nos pidieron tan solo 15 días, que al parecer podrían prorrogarse hasta mediados de abril. Puede que en algunos momentos se haga cuesta arriba, pero recuerda que es «por ti, por mí. Quédate en casa».

Son muchos, muchísimos más de lo que creíamos, los que tienen que salir a trabajar a diario. Algunos se exponen en contacto con pacientes/usuarios/clientes y otros a puerta cerrada. Muchos también los que trabajamos desde casa. Y otros tantos los que han perdido sus empleos o empresarios que no saben cómo van a salir de esta.

Dicen que la madre naturaleza se está curando, incluso algunos dicen que el ser humano es el mayor virus para la propia Tierra. Imágenes de una China limpia de contaminación o de las aguas de Venecia sin estar turbias, son ejemplo de ello. Dicen que después de esto nada volverá a ser como era antes. O al menos debería.

Medidas restrictivas en hospitales e incluso cementerios. Familiares enfermos a los que no puedes visitar y los sanitarios son quienes les dan consuelo. Familias que no pueden velar a sus fallecidos.

¿Habremos aprendido la lección?

Están siendo días duros, sin poder ver a nuestras familias, en las que las redes sociales están cobrando importancia para hacer su función, mantenernos conectados. Cumpleaños y Día del Padre en los que nos felicitamos y abrimos los regalos por videoconferencia. Nos preocupamos por la familia que tenemos lejos, incluso algunos que se encuentran en el día a día atendiendo a enfermos en los hospitales, al igual que muchos amigos que también son enfermeros o médicos.

Porque lo importante en estos momentos, es lo que realmente importa. Cuidándote tú cuidas de todos. Quédate en casa.

Cómo empezó todo

Hace justo ahora una semana que comenzamos a ser conscientes de la magnitud que estaba alcanzando este virus, que comenzó como algo lejano, en «la China» nada más y nada menos. Hace poco que un investigador dató que el primer caso del nuevo coronavirusk, la COVID-19,  se dio el 17 de noviembre, en la provincia de Hubei (cuya capital, Wuhan, ha dado la vuelta al mundo en cuestión de semanas), la cifra comenzó a aumentar silenciosamente. Sin ser conscientes de su importancia,  para finales de 2019 el número de infectados era de 266.

Pero eso era algo que nos quedaba muy lejano…. Tanto que, cuando a mediados de febrero se comenzaron a cancelar los viajes de fin de curso previstos para Semana Blanca a Italia (donde ya se había expandido) muchos decían que no era necesario, que tampoco era para tanto. Ya en España había contagiados, el primero se dio el 31 de enero. Y llegó también a Andalucía con Málaga convertida en la zona cero del coronavirus de la comunidad, donde desde el 28 de febrero que se registró el primer caso ha ido creciendo exponencialmente y en a penas tres semanas alcanzamos al mediodía del viernes 20 de marzo la cifra de 424 contagiados.

Hace a penas una semana que estamos en casa…. y ya nos parece una eternidad.

Días antes saltaron las alarmas en Madrid, con el cierre de colegios y la alerta colectiva que se desató en los supermercados. Entonces algunos comenzamos a ser conscientes de que era real, de que estaba aquí, mucho más cerca, y antes de lo que nos pensábamos. Y mucho más peligroso.

Hacía tan solo unos dias que toda España celebraba actos colectivos y manifestaciones multitudinarias para conmemorar el Día Internacional de la Mujer. Y de pronto, sin darnos cuenta, ya comenzaron a recomendar no realizar reuniones y mantener distancias de prevención.

Nuestros mayores, en primera línea de la batalla. Por eso algunas residencias habían comenzado con medidas preventivas, cancelando las visitas de familiares de sus residentes, que los proveedores también dejasen las mercancias sin entrar en los centros y aumentar las medidas de higiene y limpieza.

En Andalucía el jueves por la tarde esperábamos el aviso de cierres escolares. La OMS acababa de calificar este nuevo brote de coronavirus como pandemia. La duda para los padres solo era el cuándo, si el mismo viernes o ya sería pasado el fin de semana. Así fue.

Viernes 13, fecha fatídica para muchos supersticiosos. El presidente del Gobierno anuncia que va a decretarse el estado de alarma nacional, para que ya no fuesen las autonomías las que tomaran cada una sus medidas, sino para hacerlas generalizadas en todo el país. Un sábado 14 de marzo muy largo, hasta que finalmente Pedro Sánchez compareció entrada la noche.

Y esa fue la primera vez. A las 22 h. abrimos nuestros balcones para aplaudir a todo el personal sanitario que llevaba ya semanas trabajando en contacto directo con los contagiados con coronavirus, o quizá incluso ellos mismos ya lo estaban y aún no lo sabían. Aún no se estaban tomando medidas excepcionales y sabemos que en los primeros días el virus puede ser asintomático o incluso algunos enfermos pueden cursarlo como un resfriado o una gripe sin mayor repercusión… Ahora ya son muchos sanitarios los contagiados e incluso, desgraciadamente, algunos han perdido la vida cuidando de los demás.

Tres meses después, en China llevan un par de días sin registrar nuevos casos de contagio.

Y en nuestros balcones tenemos esos mensajes de esperanza, con carteles, dibujos y con nosotros mismos, aplaudiendo, cantando, demostrando que estamos unidos. ¡¡¡ Todo saldrá bien !!!!

(las imágenes de los carteles en los balcones están sacadas de  imágeneseducativas )




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