La prensa rinde homenaje al querido Pepe Sarmiento, el veleño anestesista del Clínico de Málaga víctima del coronavirus.

El coronavirus, mucho más allá del confinamiento, está dejando atrás vidas humanas. Parece una obviedad, pero no. Cada día mueren en el mundo miles de personas con nombres y apellidos. Las circunstancias obligan a estar pendiente en estos días del dato global de fallecidos, de estadísticas y de curvas. Pero no nos paramos a pensar que detrás de cada número hay una familia rota de dolor. No podrán despedirle como merecía, ni recibirán el calor y el consuelo de sus seres queridos en ese momento vital. Se irán prácticamente solos. Como nadie merece decir adiós. No son números que engordan una lista, sino toda una vida que acaba de golpe dejando, posiblemente, cosas inacabadas.



Una de esas personas con nombre y apellidos que nos ha dejado estos días por el coronavirus, ha sido José Sarmiento Pardo, el veleño anestesista del clínico de Málaga que falleció el pasado 20 de marzo a las edad de 73 años tras permanecer casi 20 días en la UCI del hospital donde trabajó prácticamente toda su vida.

El Doctor Sarmiento, por su gran profesionalidad durante los 50 años que ejerció la Medicina y mejor persona, que se suele decir de manera casi automática, pero que en este caso es del todo cierto, ha logrado profesar un tremendo cariño de quienes tuvieron la suerte de conocerlo. De ahí, que los medios de comunicación de Málaga se están afanando en que el veleño no sea sólo un número más en la estadística.

Así en el diario SUR del día 20 de marzo, fecha de la fatídica muerte, leemos que «era un profesional muy valorado tanto en la sanidad pública como en la privada».

Ese mismo día, Agustín Rivera en El Confidencial escribe que «era una de las almas del hospital. Doctor de prestigio y bien relacionado, fue los primeros médicos anestesistas de Málaga. Se jubiló de la medicina pública como jefe del Servicio de Anestesia del Hospital Clínico Universitario Virgen de la Victoria, uno de los centros de referencia hospitalarios andaluces.»

Relata el artículo que cuando se jubiló de la sanidad pública, dedicaba algunas tardes a trabajar en el hospital Vithas Parque San Antonio (denominado ahora Vithas Málaga), situado en la zona Este. Él quería mantener una cierta actividad. No deseaba un parón brusco en su dilatada carrera. «De lo contrario, sería un golpe muy fuerte para mí», afirmaba. Su hermano Miguel Ángel, delegado del Colegio de Médicos de Málaga en la comarca de la Axarquía, que también es médico anestesiólogo.

‘Málaga llora la muerte de Pepe Sarmiento’, titula Alejandro González en La Opinión de Málaga del 22 de marzo

«Málaga, y especialmente la familia que forma la sanidad malagueña, esa a la que tanto se aplaude estos días desde los balcones, llora sin consuelo el fallecimiento del doctor».

En el artículo, leemos testimonios como estos:

«No se merecía morir así, sin que los suyos pudieran despedirle o cogerle de la mano en sus últimos momentos». La frase, desgarradora, le sale del alma entre sollozos a Maruja Mateos, ATS de las de antes, quien compartió su vida profesional con Pepe Sarmiento, desde sus inicios en el Hospital Civil.

Porque Pepe Sarmiento formaba parte de esa familia de profesionales sanitarios que marcó una época, una época en la que se aprendía por vocación, con mucha ilusión, mucha entrega y sacrificio, y pocos medios, como era la medicina de antes.

Veleño de alma y de corazón, Pepe Sarmiento estudió Medicina en la Universidad de Granada e hizo la residencia en el Hospital Civil. El doctor Franquelo le dejó vivir tres años en una habitación del hospital mientras se formaba como médico. Al ser el único que se quedaba al acabar la jornada, muchas veces atendía a pacientes en estado grave. De ahí nació su pasión por la anestesia hasta el punto de que muchos le consideran el padre de la Anestesiología en Málaga una vez ejercida por los médicos.

Seguimos leyendo en La Opinión de Málaga que Pepe Sarmiento tomó las riendas del servicio de Anestesiología y Reanimación del Hospital Civil, que en 1989 se trasladó al Hospital Clínico. Quienes trabajaron con él afirman que era una excelente persona. «Siempre te sacaba una sonrisa cuando te veía un poco bajo de ánimo. Un día me vio deambulando de un lado para otro por un pasillo como consecuencia de los vértigos que padezco y me dijo: ¿Pero no sabes que no se puede venir borracha al hospital? Era un caso. Y sobre todo muy humano. Siempre se sentaba en la cama con los enfermos y les transmitía la tranquilidad que necesitaban», recuerda Maruja Mateos.

Y jamás decía que no, recuerda la ATS. «Antes, cuando los médicos hacían las guardias localizadas en sus casas, le podías llamar a la tres o las cuatro de la mañana y siempre acudía al hospital donde hiciera falta. Jamás te decía que no».

Sus compañeros bromean diciendo que vivía por y para el hospital, como los profesionales de esas generaciones que se formaron en el Hospital Civil. «Sólo salió del hospital para casarse con su esposa Cristina, a la que adoraba», afirma Maruja Mateos.

Fruto de ese amor nacieron dos hijos, Pablo y Cristina, letrada de la Asesoría Jurídica del Commálaga, para los que hoy no hay consuelo, como tampoco para su nieta o sus hermanos Remedios, Antonio (Nono), Asunción (Chon), Adelina y Miguel Ángel, delegado del Colegio en la comarca de la Axarquía. Todos ellos muy queridos y comprometidos con su ciudad.

Ahora, Pepe Sarmiento, descansa ya junto a Nuestro Padre Jesús Atado a la Columna, ese por quien junto a otros jóvenes dio un paso al frente en 1964 para fundar la Cofradía de los Estudiantes de Vélez-Málaga, cuyos hermanos ruegan una oración por el eterno descanso de su alma.

Descanse en paz.




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