El fotógrafo torreño Diego Díaz Marín, protagonista en un artículo del Diario ABC

El fotógrafo malagueño que revolucionó la moda italiana con una gallina

Diego Díaz Marín (Vélez-Málaga, 1987) se descubrió al mundo siendo sólo un niño, apenas superaba la veintena de edad cuando su página de Facebook llamó la atención de los directores creativos de Roberto Cavalli. Estaba de Erasmus en Florencia siguiendo con sus estudios técnicos, pero la visión que mostraba en sus fotografías era «diferente». La firma le buscó y ofreció un contrato de prácticas. La carrera se quedó colgada a falta de tres asignaturas. Las primeras ideas fueron una revolución y, finalmente, siendo sólo un chaval, le ofrecieron hacer la campaña de la siguiente temporada de otoño e invierno.



Era la época de los animales salvajes y espectaculares en la firma. Se hacían las campañas con supermodelos rodeadas de tigres, leopardos, elefantes y Diego Díaz prefirió colar una gallina en medio de todo ese glamour, en el Ferrari, la mansión o el helicóptero. Rompió los esquemas de la moda y se convirtió en un «must». «Iba por Nueva York y me saludaba el mánager de Beyoncé», recuerda de aquella «época de locura».

Durante años surfeó aquella época de excesos, fiestas, reconocimiento y dinero en la que cada campaña era un éxito rotundo aplaudido. «Era vertiginoso y yo insoportable», recuerda. Las principales revistas de moda como Vogue, Harper’s Bazar, ELLE o Cosmopolitan le querían para sus portadas. Sus fotos eran nominadas a los premios de Cannes, lo invitaban a las fiestas más exclusivas con las principales estrellas del mundo y tuvo que parar. «Lo bueno es que subí de una forma fugaz, era muy joven y el batacazo fue igual de grande. Eso me hizo situarme y ver la vida de otra manera», afirma Díaz Marín.

Ahora que tiene 32 años y ha vuelto a los orígenes, donde empezó a crear con su madre y su hermana como modelos. Habla mientras su mascota, convertida en «diva», posa como en algunas de las campañas de moda que ha hecho su propietario y de las que ha sido protagonista. Recuerda que no todo era glamour en aquellos años en la cresta de la ola y que uno de los peores momentos de su carrera los vivió con una campaña en la que una modelo metía los dedos en la boca a otra. «Lo hice como un gesto sensual, pero se interpretó como guiño a la anorexia y la bulimia. Lo pasé muy mal. Había madres que me escribían desde Estados Unidos diciendo que había matado a sus hijas», recuerda apesadumbrado.

Fue antes de dar un giro a su vida. Desde hace medio año vive en un piso sin ascensor en el centro de Torre del Mar , donde encuentra la inspiración. «Sentía que me estaba copiando a mí mismo. Necesitaba volver para recargarme, volver a beber de mi inspiración, que es lo cotidiano, lo que he vivido toda mi vida», explica el fotógrafo, que señala que su trabajo siempre destacó porque elevó lo habitual a los altares. «Lo que siempre había visto en casa, desde que era niño con una cámara desechable del supermercado de mis padres», recuerda.

Por eso, ahora vive en un lugar de calles estrechas, donde las mujeres pasean con trajes de gitana hacia el hogar del jubilado en la época de feria y en la esquina de la escalera están los transformadores de la luz, como recuerdo «vintage» de otra época. Se oye hablar a las vecinas en la calle y puede salir al mercado a discutir con las señoras que se le cuelan en la fila mientras espera su turno.

Junto a su pareja, Roberto Ferlito, han comprado un pequeño piso que es también estudio. Lo han decorado de una forma peculiar siguiendo su inspiración en lo cotidiano y sin olvidar la transgresión. «Vendimos el apartamento en el palacete de Florencia y decidimos venirnos a algo más sencillo», asegura. Y ahí se están refundando a base de transgresión y valor propio. Con Ferlito comenzó una aventura que reconoce que se les fue de las manos y han tenido que reconducir. Era la firma de joyas Shield. «Teníamos tiendas en las principales ciudades del mundo. Nuestras creaciones se vendían con un gran éxito, pero la mayor parte de los beneficios se quedaban en intermediarios», señala Díaz Marín.

La firma ha sido lucida por la Reina Letizia, Eva Longoria, Paz Vega, Lady Gaga, Jessica Alba, Pink o Miley Cyrus, que llegó a inspirarse en una foto de Diego Díaz para cerrar su último videoclip en el que aparece crucificada encima de un coche. Sin dejar las campañas de publicidad, mantiene en secreto un perfume y revela que trabaja para la firma de zapatos Aquazzurra, ahora están inmersos en la transformación de su firma de joyas. Esa en la que son icónicas la vagina o los senos, que ocupan una pared del salón de su pequeño apartamento en Torre del Mar.

La refundación de la firma se ha hecho bajo el nombre de «Rod Almayate», esta vez sin intermediarios. Las prendas se venden online por catálogo. Al no tener no estructura de tiendas e intermediarios, las piezas han reducido sus costes sin perder exclusividad. «Ahora cuando vendemos algo va directo a nuestra cuenta y nos ahorramos problemas», explica Díaz Marín.

Las creaciones siguen llegando al mismo público exclusivo, ya que Beyoncé le ha pedido algunos diseños para un próximo videoclip. «No sé si saldrán o no. Habrá que esperar a ver si se los pone», señala Diego Díaz, que está inmerso en las campañas de promoción de esta nueva marca destacando lo cotidiano como unas tiritas y levantando ampollas al sacar moldes de pechos o vaginas. Eso mientras sale en nuevo número de «Doubleview Magazine» la una revista bianual de arte, moda y visual distribuida en más de 35 países de la que es fundador.

 




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