Silencio, se “rueda”…

Cuando un director o un guionista de cine o televisión no sabe, no puede o no encuentra la forma de provocar en su audiencia una emoción determinada mientras dirige o escribe su escena, es frecuente que recurra a los “referentes” o citas a otras obras ya consagradas. Digo “cuando no puede” porque, en un notable porcentaje de casos, la incapacidad cómica, trágica o dramática reside o puede residir en los actores y actrices, vehículos estériles de determinados pasajes de la trama, esforzados pero inútiles en su empeño.
Un ejemplo excesivamente simple pero eficaz: imaginemos que queremos transmitir el pavor de nuestro protagonista al saberse descubierto en un descuido imperdonable que tendrá unas consecuencias terribles… Una buena idea sería recurrir al “referente” de la escena de la cabeza de caballo cercenada (confiando, por supuesto, en que el grueso de nuestro público reconozca la antológica estampa de “El Padrino”; cosa harto probable, por otro lado). En su día, y por lo novedoso, el espectador experimentó una sensación muy concreta que, involuntariamente, vuelve a recrear, de modo que nos hemos ahorrado el esfuerzo creativo de inventarla; y el efecto sigue siendo el mismo.
Otras veces, las que menos, lo que ocurre es mucho más sencillo: en un brutal ejercicio de honestidad y de humildad, el creador admite que hay cosas que es mejor no tocar, porque sencillamente es imposible hacerlas mejor, y el uso del “referente” se convierte en un “homenaje” sincero (por cierto y me permiten el desvío: eso debió pensar el tuercebotas que se ha atrevido a hacer un remake de “Los Siete Magníficos”. Insisto: hay cosas que no se tocan).
Cuando extrapolamos todo esto, y nos encontramos a un regidor o un mandatario que no sabe, no puede o no encuentra la forma de provocar en la ciudadanía una sensación de gestión eficaz, novedosa o elegante (bien por su inexperiencia, falta de empatía; de él o de sus “compañeros del equipo técnico/creativo”), la mayoría de las veces, desgraciadamente, nos encontramos que el plan de rodaje se basa en REVENTAR, destruir y dinamitar todos los “referentes” anteriores, sin darse cuenta de que, sobre suelo quemado, tarda mucho en crecer de nuevo la ilusión. No digamos sobre el hormigón…
Es una pena que los árboles de la Avenida Esperanto (y ya se imaginan el título de la película, claro… cuando menos, sitúan la acción en el mapa), hayan tenido que pagar el pato.



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Abrimos nuestra terraza con todas las medidas de seguridad.

avda. Antonio Tore Tore, 16, 29740 Torre del Mar

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