Los montes de Málaga, una ruta en carretera para disfrutar de un fin de semana por la Axarquía

Por Francisco Gálvez
Fotos: Pedro González Conejero
 
La carretera es estrecha y sinuosa, pero la comodidad del coche de alquiler del aeropuerto de Málaga hace que el viaje por la Axarquía profunda sea un placer. He tomado la carretera de Olías y me encamino a Mazmúllar, la primera parada de esta ruta poco transitada por los montes de Málaga.
Voy dejando atrás las antiguas ventas antes frecuentadas por bandoleros, viajeros románticos en busca de aventuras y comerciantes que llevaban pasas, higos y demás productos de la tierra a Málaga desde Comares, Colmenar y miles de cortijos desperdigados por aquellas lomas. Me acompaña en el recorrido la salvaje majestuosidad de los Montes de Málaga y circulo despacio, pensando en cómo sería aquel viaje que el eminente arqueólogo Rodrigo Amador de los Ríos hiciera un siglo antes por aquellas mismas tierras.
Me lo imagino leyendo absorto las noticias que llegaban desde el agreste interior de la provincia y que los medios de la época magnificaban: había aparecido una ciudad subterránea cerca de Comares. Las crónicas hablaban de un palacio majestuoso enterrado bajo el tiempo y el olvido, de un ajuar de una calidad y belleza inigualables y otras fantasías que la prensa sensacionalista inventaba, o recogía del boca a boca, lo suficientemente atractivas como para despertar la curiosidad del arqueólogo… y la mía.
He llegado a la penúltima curva antes de Mazmúllar, y no puedo más que alegrarme de la suerte de haber alquilado un coche en Centauro rent a Car, sobre todo si pienso en el penoso viaje que hizo hace un siglo Amador de los Ríos, que recogió con todo detalle en la revista La Alhambra. Hoy es un placer poder conducir por carreteras bien asfaltadas, aunque las curvas sigan siendo las mismas.
 
A la vista ya de Comares, dejo el coche a un lado y contemplo las casitas encaladas que jalonan esta zona comareña de la Meseta de Mazmúllar. Allí reposan los restos de una ciudad de entre los siglos IX y X, donde encontraron cerámicas, restos de alguna vivienda, mosaicos y algunos esqueletos, así como un aljibe que fue declarado Monumento Histórico-Artístico Nacional en el año 1931.
Lo cierto es que el arqueólogo catalogó aquel hallazgo y desmoronó la leyenda del tesoro y el palacio, pero el viajero sí puede disfrutar no sólo de este vestigio histórico, sino también del tesoro que suponen impresionantes vistas de las lomas de la Axarquía, de Comares, el Mediterráneo y el pico de la Maroma, el más alto de la provincia. Incluso el viajero curioso puede evocar otros tiempos en aquella meseta, donde parece que el tiempo nunca ha pasado.
Decido continuar devorando curvas y casitas hacia la aldea Romo. El paisaje lo dominan olivos y algunos algarrobos y madroños. Las lomas se superponen en el horizonte, dominadas por las casas blancas del camino. 
En verdad, pienso, es un buen sitio para vivir, como lo demuestran los cientos de extranjeros que se han establecido en las tierras municipales de Comares. Encuentro a uno de ellos, un rubicundo gigante que riega las flores del jardín con una manguera. Todo es paz y silencio y, sin duda, un retiro dorado -hasta hace poco sólo al alcance de pensiones noreuropeas- y que hoy ha generado una tendencia en tantos extranjeros jóvenes que han cambio el bullicio y las prisas por la paz y el color de la Axarquía.
Sigo mi camino sorteando curvas. Paso por Romo Cuevas y paro a tomar café en una casa de bed and breakfast a la que tan aficionados son los guiris y que se han convertido en modernos remedos de lo que un día fueron las ventas de los caminos.
Me recibe una niña rubia de ojos azules hablando un perfecto español con el deje característico de Comares. Su madre me invita a pasar en inglés. Es una casa antigua que ellos restauraron y con la que sacan unos euros extra alojando turistas de paso. Ella es de Manchester y le cuesta más el español; en la ciudad inglesa está su marido trabajando mientras ella vive aquí con sus hijos, que van al colegio, por lo que son bilingües.
El café no era malo, y la acogida fue cálida, pero tengo que seguir mi ruta hacia Los Hijanos. Antes de incorporarme a la carretera comarcal que une Riogordo y Benamargosa, cruzo el río de la Cueva sobre la presa de más de treinta metros de altura que se construyó en 1995.
Si la ruta de por sí es poco conocida, la presencia de este embalse lo es mucho más, aunque no por aquellos que gustan del turismo rural y las posibilidades que ofrece esta zona del interior axárquico. Se diría que la balsa de agua otorga ese plus de belleza a unas tierras polícromas, embriagas de su ser antiguo y de olores que recuerdan su autenticidad y la serena cultura del paso de ancestrales civilizaciones.
Llego a la carretera MA-3017 y sigo en dirección Salto del Negro, pasando por Los Hijanos, Los Gallegos y La Molina, dejando el río de Las Cuevas a mi derecha. Son aldeas ya más grandes, que van dejando atrás el municipio de Comares para adentrarse en el de Cútar, pero que crecieron al amparo del río y conservan esa fisionomía andalusí característica.
Un poco más adelante, ya en Salto del Negro. Aquí, los almendros y olivos dan paso a las modernas plantaciones tropicales, sobre todo de aguacates, aunque el mango se va imponiendo poco a poco. El vergel verde se complementa con el poderoso amarillo de los limoneros, introducidos presumiblemente durante la época musulmana.
Hasta hace pocos años, la carretera atravesaba esta paradisíaca aldea, aunque ahora es su calle principal. Es un remanso de paz en el que los niños aún pueden jugar en la calle y en las noches de verano los vecinos se sientan en la puerta de sus casas a charlar al fresco y comentar las incidencias del día, abrazados por la frondosidad de los alrededores y el suave ronroneo de un río que regala prosperidad y armonía al entorno.
El resto del viaje merece otra reflexión. Sea por Cútar, Comares o Benamargosa, estos pueblos sí son más grandes y conocidos. Yo he querido perderme por las arterias internas de una ruta no muy conocida, pero llena de encanto y autenticidad. El coche de alquiler en Málaga ha respondido a la perfección y el horizonte ya se dibuja de carreteras amplias y modernas.
El sueño axárquico queda atrás. Tendré que volver.


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