Ha ocurrido en la localidad malagueña de Coín
Ayer, sobre las 10 de la mañana y sin saberse el motivo, un hombre de mediana edad, entró en la farmacia con una maleta de medianas dimensiones a comenzó a gritar. «Creo que decía algo de unas medicinas pero la verdad es que no se le entendía nada; no paraba de gritar», explica el boticario.
El hombre era un vecino conocido en el pueblo y que padece una enfermedad mental. En cuestión de segundos, mientras el farmacéutico y dos de sus auxiliares atendían a los clientes, el individuo abrió la maleta y sacó una garrafa de ocho litros.
El hombre comenzó a rociar el líquido por las dos entradas de la farmacia lo que provocó el pánico entre los clientes. «Notamos un fuerte olor a gasolina, miré y vi que estaba rociando las dos entradas a la farmacia. Fue cuestión de un segundo pero cuando ví que sacaba un mechero rojo del bolsillo izquierdo del abrigo, pensé: O hago algo, o aquí morimos todos».
Rafael Álvarez Martín no se lo pensó dos veces, salió corriendo del mostrador ante la mirada atónita de los clientes, y se avalanzó sobre el individuo, lo agarró por el cuello y lo sacó del establecimiento antes de que pudiera cometer una locura. «Si hubiera prendido la gasolina habría ocurrido una tragedia porque roció las dos entradas y nadie hubiera podido salir de allí», explica el farmacéutico.
Una vez en la calle, Rafael Álvarez Martín retuvo al hombre y pidió auxilio a los viandantes para que le quitaran el mechero que se había escondido en el abrigo. Un joven que pasaba en ese momento por la calle acudió en su ayuda y se lo arrebató.
Alertada la Policía Local, varios agentes se desplazaron al lugar y se llevaron al hombre al centro de salud. «No soy un héroe, he hecho lo que tenía que hacer. Lo que no entiendo es por qué a esta persona la hayan llevado de vuelta al piso tutelado en el que vive. Deberían llevarlo al psiquiatra de guardia y entrar en una unidad de agudos unos días para estabilizarlo. Estos enfermos deben estar controlados y estabilizados porque, si no, pueden cometer una locura. El sistema no funciona y cualquier día puede ocurrir una desgracia; estamos indefensos», comenta el boticario, mientras toma conciencia de que ha evitado que sus vecinos estén lamentando hoy una auténtica tragedia.